martes, 6 de mayo de 2014

Sweet Goodbye

Cada vez me doy más cuenta de la volatilidad de los tiempos que corren.  Nada es estático, todo se mueve a un ritmo frenético haciendo que el destino adopte formas y apariencias cada vez más dispares. A veces puede ser ese amigo que te trae las mejores noticias que podías esperar. Otras ese ser despiadado que te va quitando una a una las ilusiones que ibas acumulando. Sin embargo, solo un aspecto es y será siempre constante: su inevitabilidad. Sea positivo, sea negativo el destino siempre aparecerá para llevarte a esa realidad que has de aceptar. Por eso, hace ya tiempo que no lo veo como un "amigo" o un "enemigo"sino más bien como un maestro. Ese maestro que te enseña unas veces con dulzura, otras con mano dura pero del que siempre sacarás un aprendizaje que te acercará cada vez más al conocimiento de ti mismo y tu alrededor. Y así es como he descubierto el aprendizaje de una valiosa lección que ahora, por fin, he podido poner en práctica...

Hace apenas una semana, cuando todo parecía irse asentando poco a poco, recibí una noticia chocante. Se marcha. Definitivamente. Por un tiempo indefinido. Debido a una importante oportunidad profesional en su ciudad de origen. Algo repentino. Algo inesperado. Algo inevitable... 
Como era de esperar la tristeza se apoderó de mi ese mismo día y decidí recluirme en la soledad de mis pensamientos. ¿Cómo digerir algo que iba tan en contra de mis deseos? A pesar de mi tendencia natural al drama, sorprendentemente la solución llegó rápidamente a mis manos. Canalicé, objetivicé y, sobretodo, hice uso de mi empatía. Y así fue como, con una sonrisa en la cara decidí despedirme de la mejor manera posible de estos últimos tres meses en su compañía. Hago balance, pienso en todas las cosas buenas que me llevo, lo bien que lo hemos pasado, la transparencia con la que lo hicimos y hablamos todo. Y entonces comparo, recuerdo la última vez que pude sentir algo así, ese paralelismo que dejé siempre bien patente en anteriores entradas. Y es ahí cuando finalmente veo la luz, cuando finalmente compruebo cuan distante está esta historia de la que ocurrió hace exactamente dos años. Aquella vez salí derrotado, hundido, aparentemente no saqué nada bueno de aquello. Pero hoy me doy cuenta de que todo ello fue necesario. Hoy me doy cuenta de que ya no soy la misma persona. Hoy me doy cuenta de que, finalmente, he aprendido. A aceptar realidades inevitables, a quedarme con todos los buenos recuerdos a pesar del inminente final. En definitiva he aprendido a que cuando una puerta se cierra otras más pueden abrirse. Solo has de saber cerrarla correctamente. Hace JUSTO dos años ponía punto y aparte  final a una historia que me hizo sufrir como nunca antes había conocido. Hoy pienso en el final inevitable de esta nueva historia y solo puedo sonreír por todo lo bueno que me ha aportado.

Este fin de semana ha sido la despedida definitiva. Hemos tenido nuestros momentos a solas, hemos disfrutado de una gran quedada con amigos y todo se ha desarrollado con cariño, con amor y sobretodo con mucha alegría. No se me ocurre mejor manera para recordar a una de las personas más buenas que han pasado por mi vida. Quizás en un futuro nuestros caminos vuelvan a cruzarse. Pero eso ya llegará si tiene que ser. Ahora toca concentrarse en el Presente, en el inminente verano y en todas las oportunidades que puedan estar esperándome a la vuelta de la esquina. No es momento de hundirse, no es momento de luchar contra lo inevitable. Es MI momento. Es SU momento. Es el momento de seguir para adelante. Porque, como bien dije hace poco, la vida es Buena si quieres que así sea.


:)



Aún así, voy a echarte mucho de menos

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