domingo, 21 de agosto de 2016

Excess of Rationality

Nunca olvidaré el día que aprendí una de las mayores y más valiosas lecciones de mi vida. Fué de una manera dura y dolorosa, pero fué el camino necesario para mostrarme la verdad, mi Verdad. Y ésta era que los impulsos, las pasiones, aquello que te "sale de dentro" casi como un sentimiento reflejo y automático son armas de doble filo... Durante aquella época estaba viviendo una historia sentimental bastante intensa y precisamente por ello hice lo que en muchas ocasiones en el pasado ya había hecho. Me dejé llevar únicamente por lo que mi corazón dictaba acallando la parte racional de mi cabeza. Sin embargo, tras un final trágico cuyas consecuencias se alargaron durante meses comprendí que estaba precisamente ahí, en ese hecho abstracto que ocurría dentro de mi cabeza, el mayor de los  errores que había cometido hasta ahora en mis relaciones personales. Por suerte, visualizar finalmente la raíz de un problema es el primer paso para enmendarlo y hacer las cosas bien a partir de entonces. No fué fácil... Ya de por sí soy una persona profunda, intensa, sensible. Y trabajarme la parte racional del cerebro para dominar sobre cualquier impulso que surgiera en mi interior fué un proceso largo y costoso, con subidas y bajadas, éxitos y fracasos, pero siempre con la finalidad de conocerme a mi mismo cada vez más, madurar como persona y así alcanzar la verdadera felicidad.

Debido a esto a día de hoy puedo afirmar que tengo un gran control y conocimiento de mi persona. He asumido que no soy perfecto y que  también es bueno y saludable dejarse llevar por los impulsos cuando la situación es favorable y sin consecuencias aparentemente graves a largo plazo. Todo esto siempre y cuando uno esté lo más equilibrado posible en su interior... Sin embargo, en estas últimas semanas y meses de verano he observado como dicho equilibrio se tambaleaba. No es la primera vez que me pasa, y por ello ya tengo varios mecanismos para solventar estos momentos vitales de manera positiva. Es aquí cuando hago uso de mi mente racional al 100% y me alejo de cualquier tipo de tentación. Así puedo tener mis impulsos más controlados y trazar un camino más o menos recto hasta que mi vida se vuelva a estabilizar. Al fin y al cabo mis experiencias pasadas y mi cabeza así lo dictan. Sin embargo, estas sensaciones no dejan de formar parte de ese proceso de autoconocimiento y crecimiento que se alarga durante la vida de toda persona. Y ésta es de todo menos estática en un flujo intermitente de cambios que dan pie a esta evolución constante del sujeto. De esta manera se muestran por vez primera esas verdades sobre uno mismo que acaban convirtiéndose en importantes lecciones a recordar y aprender. ¿Y qué lección tan importante he aprendido este fin de semana? A veces, en muy contadas ocasiones, cuando hay señales que se muestran bien claras y visibles, es necesario pararse a escuchar ese impulso que la cabeza tanto quiere acallar, entender su razón de ser. Me di cuenta de que muchas veces peco de exceso de racionalidad en todo lo que hago cuando, el verdadero equilibrio no se encuentra en la dominación constante de la parte racional sobre la pasional. Está en escuchar de manera minuciosa y objetiva a ambos elementos y ahí, solo en ese momento, dilucidar finalmente que camino escoger. Un pasito más para conseguir finalmente una verdadera armonía entre "cabeza" y "corazón".

¿Pero que ha ocurrido para que llegara hasta esta premisa?

Dentro de dos semanas empiezan mis vacaciones en Tenerife. Este miércoles cumplo 30 años. Este verano ha sido bastante tumultuoso internamente. Así que tomé una decisión firme y racional. Alejarme durante estas dos semanas previas de todo lo que supusiera fiesta, vida nocturna o vida social más allá de mis amigos más íntimos.  Una manera aparentemente perfecta, madura y tranquila de entrar en esta nueva etapa, recargar de verdad las pilas y alejarme de tentaciones que en los últimos tiempos no me habían aportado las alegrías esperadas. Realmente hasta ahora lo estaba cumpliendo a rajatabla y cada vez me iba sintiendo mejor. Pero algo pasaba...estaba sintiendo una cierta irritabilidad general sin una razón de ser aparentemente clara ¿por qué? No debería ser así cuando una decisión es la correcta, y menos cuando tienes ante tí todo un fin de semana libre para aprovechar el tiempo de manera productiva...así que estaba claro que algo fallaba. Pero no me iba a dar verdadera cuenta de ello hasta ayer por la noche. Me explico: Este fin de semana eran las fiestas de Gràcia y yo había asumido que no iba a subir. De hecho decidí ir ayer sábado con Mario a la playa, pasar allí todo el día y de esta manera "cansarme" y asegurarme de irme a casa pronto... Pero apenas tres cervezas (las primeras en dos semanas) y varias vueltas de tuerca en mi cabeza me hicieron cambiar radicalmente de opinión y decidimos subir esa noche a Gràcia. Sabía por mi experiencia reciente que podía salir mal, que podría no haber sido como yo esperaba. Pero ahí estaban ciertas señales que me indicaban que no se trataba de un impulso a acallar. El ambiente era realmente favorable y decidí arriesgarme...

¿Conclusión?

Un fin de semana de 10, en el que,por primera vez en mi vida he escuchado VERDADERAMENTE a mi cabeza y mi corazón de manera igualitaria para saber escoger el camino correcto. Qué BIEN me lo he pasado, qué BIEN lo he hecho, qué BIEN me siento. :)




No se me ocurre mejor manera de pasar el que ha sidO mi último fin de semana en la veintena de esta manera.
Tranquilo y sereno vs. alocado e impulsivo.
Y en la compañía de mi mejor amigo-sista y del que siempre será mi primer amigo gay en la ciudad.
Me parece casi profético...
Carlos, Mario, GRACIAS 

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